Un estudio realizado en Estados Unidos ha revelado que las emociones impactan el cerebro, concretamente las regiones de la amígdala y la corteza insular. Pero también ha demostrado que no estamos indefensos ante ellas, porque dependiendo de la actitud que tomemos ante determinadas situaciones podemos controlar la actividad neuronal que las emociones nos provocan, es decir, que dependiendo de la actitud que tomemos ante dicha emoción podemos incluso salir reforzados de un período triste.
Y es que aunque cuando estamos sumidos en ella no lo veamos, la tristeza, como toda emoción, tiene una intención positiva, una función adaptativa que nos ayuda a continuar. Nuestro ritmo es más lento, nuestra musculatura se afloja y eso permite a nuestro cuerpo centrarse en pensar en nuevos modos de actuar de una manera más reflexiva. A su vez el llanto que en ocasiones manifestamos, al transmitir vulnerabilidad a los otros nos ayuda a acercarnos emocionalmente y así construimos y fortalecemos relaciones personales que nos ayudarán a afrontar dicha tristeza consiguiendo el apoyo emocional.
Pero como, aunque tenga un lado positivo, experimentar tristeza no es una emoción que nos ayude en nuestra calidad de vida, te propongo que hagas éste ejercicio y te contestes con franqueza.
Identifica la situación por la que te sientes triste y responde:
¿Qué sentiste en esa situación en un primer momento?.
¿Qué necesitabas?, ¿te lo diste?.
¿Qué sentiste posteriormente?.
¿Pudiste hacer algo diferente?.
¿Hay algo qué puedas hacer ahora?. ¡Hazlo!
«No puedes evitar que el pájaro de la tristeza vuele sobre tu cabeza, pero sí puedes evitar que anide en tu cabellera». Proverbio chino.
Beatriz Troyano Díaz.
Directora de la Escuela Europea de Habilidades Sociales & Remodelatuvida.