Los niños a edades tempranas son extremadamente sensibles y reactivos a las emociones e interacciones sociales que reciben y se producen a su alrededor.
Esto es algo que comenzamos a estudiar hace unos 30 años, cuando todavía no se sabía las repercusiones de la interacción social en el niño.
En el “Still face experiment” lo que hace la madre es sentarse en frente del bebé y juega e interacciona con su bebé de cerca de un año. La mamá saluda al bebé y el bebé le devuelve el saludo. El bebé comienza a señalar a distintos lugares del mundo y la madre trata de seguirle y conectar emocionalmente con lo que el bebé señala explorando el mundo. Están trabajando juntos para coordinarse; para coordinar sus emociones y sus intenciones, lo que quieren hacer en este mundo.
Y ahora viene el experimento: la madre se da la vuelta y no responderá al bebé. El bebé rápidamente se da cuenta que algo ocurre y comienza a utilizar todas sus habilidades y estrategias para recuperar a su madre: comienza a sonreir a la madre, comienza nuevamente a señalar con el dedo, a ver si la madre se engancha nuevamente… levanta las dos manos delante de ella.. y parece preguntarse ¿qué está ocurriendo aquí?. Comienza a tocar las palmas sonriendo nuevamente para atraer a la madre, a hacer a dar pequeños chillidos, como preguntándole por qué me haces esto!… en estos dos minutos el bebé comienza a mostrar una conducta desorganizada, emociones negativas, miran atrás, se siente estresado, pierde el control postural debido al estrés que está experimentando.
Y quizá lo que es más importante, finalmente la madre reacciona y es capaz de la reparación.
Lo malo es cuando no hay reparación. No se le da la oportunidad al niño a la reparación.
Dr. Edward Tronick Universidad de Harvard